Micaela Rascovsky

El 13 de abril de 2021, Micaela Rascovsky, una joven de 25 años y estudiante de Medicina en la Universidad de Buenos Aires, fue hallada sin vida en el departamento que compartía con su pareja, Guido Pascuccio, en el barrio de Villa Ortúzar, Buenos Aires. La autopsia determinó que la causa de muerte fue una «congestión y edema pulmonar con cardiopatía dilatada», compatibles con el consumo de cocaína. Sin embargo, el cuerpo de Micaela presentaba múltiples lesiones, incluyendo moretones y signos de haber estado atada, lo que generó sospechas sobre las circunstancias de su fallecimiento. La familia de Micaela sostuvo que ella era víctima de violencia de género por parte de Pascuccio y que su muerte fue el resultado de un femicidio. Por otro lado, la defensa argumentó que Micaela tenía antecedentes de consumo problemático de drogas y que su muerte fue consecuencia de una sobredosis autoinfligida.

Implicados

  • Micaela Rascovsky: Víctima, estudiante de Medicina de 25 años.

  • Guido Pascuccio: Pareja de Micaela y principal acusado en el caso, abogado de profesión.

  • Familia Rascovsky: Padres y familiares de Micaela, quienes impulsaron la hipótesis de femicidio y buscaron justicia por su muerte.

Documental de Micaela Rascovsky

Directos del documental

Fechas Clave:

  • 13 de abril de 2021: Muerte de Micaela Rascovsky en su departamento de Villa Ortúzar.
  • Junio de 2021: Guido Pascuccio es procesado con prisión preventiva por los delitos de lesiones leves doblemente calificadas y homicidio doblemente agravado.
  • Noviembre de 2024: Inicio del juicio oral en el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 10 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
  • Marzo de 2025: El tribunal absuelve por unanimidad a Guido Pascuccio de todos los cargos.

Información sobre el caso:

El fallecimiento de Micaela Rascovsky, el 13 de abril de 2021, conmocionó a la ciudad de Buenos Aires y se transformó rápidamente en un caso mediático, judicial y social de gran impacto. Micaela tenía 25 años, estudiaba Medicina en la Universidad de Buenos Aires, y era reconocida por su entorno como una joven brillante, sensible y comprometida con sus estudios y sus vínculos. Fue hallada sin vida en el departamento que compartía con su pareja, el abogado Guido Pascuccio, en el barrio porteño de Villa Ortúzar. Desde ese mismo día, comenzaron a surgir versiones contrapuestas sobre qué pasó con Micaela Rascovsky, y si efectivamente fue víctima de un femicidio.

La autopsia oficial concluyó que la causa de muerte fue “congestión y edema pulmonar con cardiopatía dilatada”, cuadros compatibles con una sobredosis de cocaína. Sin embargo, lo que inicialmente parecía un deceso por consumo, pronto comenzó a generar dudas: el cuerpo de Micaela presentaba múltiples lesiones físicas, hematomas en brazos, piernas y rostro, así como marcas compatibles con haber estado atada. Las condiciones en que fue encontrada, la ropa que llevaba puesta, y algunos rastros de sangre en la escena reforzaron la sospecha de que no se trataba de una muerte accidental, sino de un episodio violento ocurrido en contexto de pareja.

Desde el primer momento, la familia de Micaela Rascovsky insistió en que ella era víctima de violencia de género psicológica, física y emocional por parte de su novio. Presentaron ante la Justicia fotos de lesiones anteriores —algunas datadas con días de diferencia—, y también mensajes en los que Micaela expresaba miedo, angustia y deseos de terminar la relación. Según relataron sus padres, ella había manifestado en varias ocasiones su intención de alejarse de Pascuccio y denunciar los maltratos que sufría. Para la familia, Micaela fue asesinada, y lo sucedido no fue una sobredosis, sino un femicidio camuflado, encubierto con un relato armado.

Por su parte, la defensa de Guido Pascuccio sostuvo una hipótesis completamente distinta. Afirmaron que Micaela tenía un consumo problemático de sustancias desde hacía años, y que aquel día habría ingerido voluntariamente una dosis letal. Incluso mostraron búsquedas realizadas por ella en Google sobre “cuánto hace falta para morir de cocaína”, y rastros de que la droga fue adquirida ese mismo día por sus propios medios. Sostuvieron también que la relación era estable, y que nunca hubo denuncias previas por violencia. En este marco, plantearon que la muerte fue trágica, pero no criminal.

El juicio oral, iniciado a finales de 2024, estuvo cargado de tensión mediática y emocional. Durante semanas declararon testigos, peritos forenses, médicos, amigos, psicólogos, e incluso vecinos del edificio. La fiscalía solicitó 11 años de prisión para Pascuccio por “abandono de persona seguido de muerte y lesiones doblemente agravadas por el vínculo y el género”. La querella, en nombre de la familia Rascovsky, pidió prisión perpetua al considerar que se trató de un homicidio doblemente agravado, perpetrado con alevosía y en un claro contexto de violencia de género.

Sin embargo, en marzo de 2025, el Tribunal Oral en lo Criminal Nº10 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires resolvió absolver por unanimidad a Guido Pascuccio. En los fundamentos de la sentencia, los jueces indicaron que, si bien hubo situaciones “emocionalmente conflictivas” en la relación, no existían pruebas objetivas ni testimonios directos que permitieran acreditar su responsabilidad penal más allá de toda duda razonable. Tampoco se pudo determinar de forma fehaciente si las lesiones en el cuerpo de Micaela se habían producido antes o después de su fallecimiento, ni si fueron infligidas por otra persona.

La absolución de Pascuccio generó una gran indignación en el entorno de Micaela y en muchos sectores de la sociedad. Para su familia, la Justicia le dio la espalda a una víctima, y no valoró de forma adecuada los indicios de un contexto de violencia previa. Desde entonces, el caso sigue siendo motivo de debate en medios, redes y espacios feministas, con muchas personas preguntándose si la Justicia falló al no aplicar perspectiva de género, y si la vida de Micaela pudo haberse salvado.

Hoy, el nombre de Micaela Rascovsky es sinónimo de lucha, dolor y memoria. Su historia ha trascendido los expedientes judiciales y se convirtió en símbolo de la complejidad que implica abordar judicialmente los femicidios no evidentes, aquellos que no dejan huellas claras, pero que nacen de relaciones marcadas por el sometimiento y el miedo. Su caso nos recuerda que, más allá de las pruebas técnicas, siempre hay una vida que merece ser comprendida con profundidad, respeto y verdad.

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