Caso de Paulette Gebara Farah

El 22 de marzo de 2010, Paulette Gebara Farah, una niña de 4 años con discapacidad motriz y del lenguaje, desapareció de su habitación en Huixquilucan, Estado de México. Tras una intensa búsqueda de nueve días, su cuerpo fue encontrado el 31 de marzo entre el colchón y la base de su cama, en el mismo lugar donde se habían realizado entrevistas y búsquedas previas. La Procuraduría General de Justicia del Estado de México concluyó que la muerte fue accidental, causada por asfixia mecánica debido a la obstrucción de las vías respiratorias y compresión toracoabdominal. Sin embargo, la opinión pública cuestionó esta versión, señalando inconsistencias en las declaraciones de los padres y las niñeras, así como posibles irregularidades en la investigación. El caso generó un debate nacional sobre la justicia, la influencia mediática y la transparencia en las investigaciones criminales.​

Implicados:

  • Paulette Gebara Farah: Víctima, niña de 4 años con discapacidad motriz y del lenguaje.

  • Lizette Farah: Madre de Paulette, cuya conducta y declaraciones generaron sospechas y controversia.

  • Mauricio Gebara: Padre de Paulette, también objeto de escrutinio durante la investigación.

  • Erika y Martha Casimiro: Niñeras de Paulette, cuyas declaraciones presentaron inconsistencias.

  • Alberto Bazbaz: Procurador General de Justicia del Estado de México en ese momento, quien concluyó que la muerte fue accidental y posteriormente renunció al cargo.

Docuserie por partes:

Docuserie completa:

Directos sobre la docuserie:

Enlaces de interés:

Fechas Clave:

  • 21 de marzo de 2010: Paulette regresa de un viaje con su padre y hermana.
  • 22 de marzo de 2010: Se reporta la desaparición de Paulette.
  • 31 de marzo de 2010: Se encuentra el cuerpo de Paulette en su propia cama.
  • 3 de abril de 2010: Se inicia un juicio de amparo por parte de la madre contra el arraigo.
  • 6 de abril de 2010: Se lleva a cabo el funeral de Paulette.
  • 26 de mayo de 2010: Renuncia Alberto Bazbaz como Procurador General de Justicia del Estado de México.
  • 3 de mayo de 2017: Los restos de Paulette son exhumados y cremados.

Información sobre el caso:

El caso de Paulette Gebara Farah no solo marcó a México por la trágica muerte de una niña de 4 años, sino que también se convirtió en uno de los ejemplos más claros de cómo una mala gestión judicial, mediática y forense puede alterar la percepción pública y desvirtuar la búsqueda de justicia. Todo comenzó el 22 de marzo de 2010, cuando la madre de Paulette reportó su desaparición desde el interior de su propio domicilio en Huixquilucan, Estado de México. No hubo señales de ingreso forzado ni testigos que indicaran un posible secuestro. Sin embargo, en cuestión de horas, el caso se tornó mediático, y con ello, comenzaron las especulaciones y sospechas.

Paulette era una niña con discapacidad motriz y del lenguaje. Dormía sola, asistida por dos niñeras y bajo la vigilancia constante de sus padres. Su desaparición, en un entorno supuestamente seguro, resultó inexplicable. Se desplegaron brigadas de búsqueda, se revisaron cámaras, se hicieron entrevistas en el mismo lugar donde, nueve días después, el 31 de marzo, su cuerpo fue hallado en el fondo de su propia cama, entre el colchón y la estructura de madera, un espacio que había sido inspeccionado en múltiples ocasiones por familiares, peritos, medios de comunicación y personal forense. Este hallazgo no solo generó una ola de incredulidad, sino que también provocó el inicio de un verdadero juicio mediático.

La versión oficial, sostenida por el entonces Procurador General de Justicia del Estado de México, Alberto Bazbaz, fue que la muerte de Paulette se trató de un accidente doméstico. Según esta hipótesis, la niña habría caído en un hueco de la cama y, debido a su discapacidad, no pudo moverse ni pedir ayuda, provocando su asfixia por compresión toracoabdominal. Sin embargo, la explicación dejó más preguntas que respuestas. ¿Cómo nadie escuchó nada? ¿Cómo no notaron su cuerpo durante nueve días de búsqueda? ¿Cómo se realizaron entrevistas televisadas sobre esa misma cama sin detectar nada? Estas y otras preguntas provocaron una reacción masiva de rechazo ante lo que se percibía como una narrativa forzada e incoherente.

Además, las inconsistencias en las declaraciones de la madre, Lizette Farah, del padre, Mauricio Gebara, y de las niñeras Erika y Martha Casimiro, alimentaron las dudas. Algunos informes apuntaban a contradicciones temporales, cambios en la versión de los hechos y un comportamiento considerado frío o evasivo en las entrevistas. El caso rápidamente se polarizó: para muchos, había encubrimiento; para otros, un sistema judicial improvisado estaba tomando decisiones basadas en presiones políticas o mediáticas, no en pruebas objetivas.

La opinión pública no solo cuestionó la versión oficial del accidente, sino también la credibilidad de las instituciones, el papel de los medios en la construcción del relato, y la pasividad con la que se asumió el cierre del caso. La renuncia de Bazbaz en mayo de ese mismo año, tras una oleada de críticas, fue interpretada como un reconocimiento tácito de que la investigación fue al menos deficiente, cuando no deliberadamente opaca.

Hoy, más de una década después, el caso Paulette sigue siendo analizado en universidades, foros jurídicos, documentales y redes sociales como un símbolo de todo lo que puede fallar cuando la justicia y la comunicación se contaminan de poder, ego y espectáculo. Lejos de haberse cerrado por completo, el caso ha dado lugar a teorías alternativas, dramatizaciones y una creciente exigencia por mejorar los protocolos de desapariciones infantiles y la formación de peritos y fiscales en contextos de alta exposición mediática.

Desde una perspectiva social, el caso también planteó cuestiones profundas sobre la infancia, la discapacidad, la clase social y la violencia silenciosa. ¿Paulette habría recibido la misma cobertura si hubiera sido una niña de origen humilde? ¿Se habrían manejado igual las versiones si los implicados no tuvieran vínculos de clase alta? Este crimen, con sus múltiples capas, no solo nos recuerda una pérdida irreparable, sino también la deuda que aún tienen las instituciones mexicanas con la transparencia, la rigurosidad y la justicia real.

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