El caso de Miguel Ángel Martínez Santamaría, apodado por los medios como el hombre sin corazón, es uno de los misterios criminales más impactantes y silenciados de Europa. La historia comienza en abril de 2005, cuando Miguel Ángel, de 45 años, viaja por Europa y desaparece sin dejar rastro. Cinco meses después, su cuerpo aparece flotando en el agua del fiordo de Lidingö, en Estocolmo (Suecia), en avanzado estado de descomposición.
La autopsia oficial sueca determina que la causa de la muerte fue ahogamiento, y se baraja la hipótesis de suicidio. Sin embargo, cuando su cuerpo es enviado a Londres para ser enterrado, la sorpresa es mayúscula: la autopsia británica revela que el cadáver está incompleto. Faltan el corazón, el páncreas y parte del hígado. Además, no se encontraron restos de agua en los pulmones, descartando el ahogamiento.
La familia, encabezada por Blanca Martínez, hermana de Miguel Ángel, inicia una cruzada judicial y mediática para que se esclarezcan los hechos. En sus palabras: “A mi hermano le robaron el corazón, literalmente”. Desde entonces, han pasado casi 20 años sin respuestas claras, con una investigación que se ha movido entre el desinterés institucional y la imposibilidad jurídica de acceder a la información completa por parte de las autoridades suecas.
Uno de los aspectos más inquietantes del caso es la desaparición selectiva de órganos vitales, algo que ha llevado a la familia y a expertos independientes a sospechar de tráfico de órganos o mala praxis forense. La existencia de dos autopsias con conclusiones opuestas, la falta de colaboración de las autoridades suecas y la negativa del sistema judicial español a asumir la causa, han convertido el caso de Miguel Ángel Martínez en un verdadero ejemplo de injusticia internacional.
En marzo de 2024, la Audiencia Nacional archivó la denuncia presentada por la familia, alegando que los hechos no podían juzgarse en España y que no había suficientes indicios de delito. Sin embargo, la lucha de Blanca Martínez no ha cesado. Ha acudido al Parlamento Europeo, ha conseguido apoyos de juristas y activistas por los derechos humanos, y ha dado voz al caso en diversos medios de comunicación.
Este caso sin resolver plantea serias dudas sobre la gestión de cadáveres de ciudadanos españoles fallecidos en el extranjero, la cooperación judicial europea y los controles sobre posibles redes de tráfico de órganos. A día de hoy, el nombre de Miguel Ángel Martínez Santamaría sigue asociado a una pregunta que nadie ha querido responder: ¿qué pasó realmente con el hombre sin corazón?