La capital italiana es una de las ciudades más importantes de la historia en todos los sentidos. Origen de uno de los imperios más influyentes de la historia y sede del Vaticano. Sus calles fueron, y siguen siendo, un espectáculo para la vista, con su imponente coliseo, su foro y su, hoy desaparecido, hipódromo.
Sin embargo, Roma no siempre fue una ciudad llena de vida, en algún momento hubo una parcela de tierra que alguien decidió bautizar como Roma, una historia que quedó desaparecida entre los siglos que nos separan de ella.
Durante el periodo republicano existieron dos mitos fundacionales distintos, el latino y el troyano. Sin embargo, ya en época del primer emperador romano, Octavio Augusto, se mandaron a poner por escrito estas leyendas, las cuales se vincularon en un único pasaje mitológico. Esta obra fue llevada a cabo por el poeta Virgilio, quien escribió la Eneida y el historiador Tito Livio, quien hizo uso de este poema para escribir la historia de Roma.
De troya a Roma
La leyenda vinculará los orígenes de Roma con el resto del mundo clásico mediterráneo, por medio del personaje mítico de Eneas. Según esta leyenda, Eneas, tras la guerra de Troya, habría huído a Italia con su padre, Anquises, y su hijo, Julo o Ascanio, quien terminaría fundando la familia «Julia», lo que vincularía a Eneas y su hijo con Julio César y Augusto.
*Esto es, obviamente, un recurso del emperador para reforzar su posición, aprovechando el mito que ya existía sobre la fundación de la familia Julia.
Según la leyenda, Eneas se casó con la hija del rey de los latinos y fundó Laviniúm, y su hijo fundaría Alba Longa. El descendiente, varias generaciones posterior, de Julo, Numitor, rey de Alba Longa, había sido depuesto por Amulio, quien obligó a la hija de Numitor, Rea Silvia, a consagrarse al culto de la diosa Vesta, como virgen vestal, evitando así posibles alzamientos de los descencientes de Numitor para arrebatarle el trono.
*Las vírgenes vestales eran las sacerdotisas del culto de Vesta, diosa del hogar. Debían permanecer vírgenes, al igual que la diosa y, si una virgen vestal mantenía relaciones y era descubierta, sería condenada a muerte, generalmente enterrada viva.
La leyenda cuenta que Rea Silvia mantuvo relaciones con Marte, dios de la guerra. Daría a luz tiempo después a dos gemelos, Rómulo y Remo. Estos fueron abandonados a las orillas del río Tíber. Una loba sería quien cuidaría a los hermanos y los amamantaría, hasta ser descubiertos, a los pies de una higuera, por un pastor de nombre Fáustulo, quien los terminaría de criar.
*Cada dios tiene asociados animales y plantas, destacando que, para Marte, el animal más representativo es el lobo. Por tanto, la leyenda de la loba representa que es el propio Marte quien salvó a sus hijos
Estos hermanos acabarían por deponer a Amulio, y devolver el trono a su abuelo, Numitor. Tras esto, decidieron retirarse de Alba Longa y fundar una nueva ciudad.
Una ciudad nacida de la sangre
A orillas del Tíber se levantaban 7 colinas. Rómulo y Remo decidieron fundar su ciudad en los montes Palatino y Aventino respectivamente. Remo divisó 6 águilas sobrevolando el aventino, lo que él consideró una señal divina, sin embargo, Rómulo divisó 12 águilas sobre el Palatino, acabando con el conflicto entre los hermanos, decidiendose el Palatino como emplazamiento para la nueva ciudad.
Según el ritual tradicional etrusco, se levantarían las murallas de la nueva ciudad. Rómulo dispondría de dos bueyes blancos, los cuales trazarían las fronteras de Roma, demilitando la zona interna (sagrada) y la externa (hostil).
Remo, a modo de burla, comenzó a saltar sobre la línea trazada por los bueyes, interrumpiendo el ritual y corrompiendo las funciones religiosas de este. Rómulo, en un acto de furia, golpearía a su hermano con la quijada de un burro, matándolo en el acto. Por esto, se dice que Roma es una ciudad nacida de la sangre, marcada por la violencia desde su nacimiento.
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