Puerto Hurraco “La matanza”

En Puerto Hurraco, sus calles se tiñen de sangre aquella noche del 26 de agosto, los hermanos Izquierdo no tienen piedad.

Puerto Hurraco «¿Por qué?

Puerto Hurraco. Aquel día, Antonio y Emilio se levantan temprano. Se sientan con sus herramientas para preparar cartuchos de posta. Sin prisa, pero sin pausa, van rellenando uno a uno hasta sumar más de 300.

Preparándose

Sinceramente, me es imposible imaginar las conversaciones, en torno a esa mesa, horas antes de desatar el infierno. ¿Qué se dirían? Una mente sana, creo que es incapaz de vislumbrar lo que tuvieron que ser aquellas horas. Ellos sabían a lo que se enfrentaban, sabían que sus vidas, tal y como las conocían, iban a terminar. Eran conocedores de que, con total seguridad, nunca más se sentarían los hermanos entorno a esa mesa. Que esa era la última reunión de, lo que se puede llamar, la familia.

Familia Izquierdo. Ilustración de Triun Arts

Mas tarde se vistieron. Cuando ya casi la tarde comenzaba a romper, se pusieron su indumentaria de caza. Justo, antes de salir, les dieron un beso a Luciana y Ángela.

La frase de su despedida es, sencillamente demoledora, “Nos vamos a cazar tórtolas”. No hacía falta más, ¿para qué?. Ellas ya sabían a que se referían, claro que lo sabían, años y años posiblemente de malmeter, de carcomer, de rumiar una idea, la venganza. Había puesto nombres y apellidos a esas llamadas tórtolas.

Llegada a Puerto Hurraco

Cuando la noche comenzó a despuntar, los hermanos montaron en su 4×4 y pusieron rumbo a Puerto Hurraco. Llegaron, aparcaron fuera de la aldea y caminaron hasta ocultarse en el callejón del huerto.

Este callejón desembocaba en la calle principal, calle que conocían muy bien, pues era la calle en la que tantos años vivieron, la calle Carrera.

Calle de Puerto Hurraco. Ilustración de Triun Arts.

Al tratarse de un pueblo tan pequeño, dicha calle bullía de vida con la suave brisa que traía la noche. Los hermanos conocían las costumbres de sus vecinos, sabían que, cuando se retirase el sol de verano, estos saldrían a tomar el fresco a las puertas, a reunirse en corrillos para hablar quizás, de la vuelta a la rutina. Este era el último fin de semana de agosto y muchos partían al día siguiente a sus diferentes municipios. Era el día perfecto.

De hecho, lo habían escogido con sumo cuidado. No solo porque era cuando más gente visitaba el pueblo y la masacre podría ser mayor, sino porque, además, uno de los hermanos tenía problemas de reuma y esto hacía que los dedos, con el frío, se agarrotasen, por lo que, para poder llevar a cabo su plan, tenía que hacer calor, tenía que ser en verano.

En torno a las diez de la noche, ambos irrumpen en la calle Carrera con sus escopetas repetidoras del calibre doce.

Callejón del Huerto con Calle Carrera. Ilustración de Triun Arts

Comienza la matanza

Nada más salir, se dan de bruces con las hijas pequeñas del malogrado Antonio Cabanillas, a quien su hermano Gerónimo, había apuñalado. Disparan a bocajarro y a corta distancia, matando casi en el acto a Antonia y Encarnación, de catorce y trece años. Carmen recibe otro de los disparos, pero esta logra sobrevivir haciéndose la muerta. Manuel Cabanillas, de cincuenta y siete años, al escuchar los estruendos, salió y vio a las niñas tiradas en el suelo, fue el siguiente en caer. Araceli, al ver la escena, también intentó socorrer y recibió un disparo que terminó con su vida. Antonio, hijo de Manuel, al ver la escena y a los dos hermanos disparando, se da la vuelta e intenta salir corriendo y, en dicha huida, recibe un disparo por la espalda que lo condenará a una silla de ruedas. Antonia Murillo, de cincuenta y siete años, recibe un disparo en la cabeza, cuando se dirige a socorrer a las víctimas y muere en el acto.

Los Izquierdo comienzan a caminar calle abajo y, sin contemplaciones, disparan a todo aquel que se cruza en su camino. En la puerta de su casa se encuentra con Isabel, de setenta y dos años y Ángela Sánchez, de cuarenta y dos. Ambas estaban tomando el fresco y charlando, cuando ven llegar a Antonio y Emilio que, sin dudar, las disparan sin contemplaciones. Isabel, fallecerá días después en el Hospital, Ángela conseguirá sobrevivir.

Sin piedad

Guillermo, de solo ocho años, se cruzó en el camino de estas dos bestias y estos le descerrajan un disparo en la cabeza, que le provocará una hemiplejia. Su padre, Andrés, sale a ayudarlo y, en ese momento, recibe un disparo en el estómago, el cual, le provocará la muerte días después en el Hospital.

José Penco, de cuarenta y tres años, comenzó a trasladar heridos con su coche y, al volver, para seguir ayudando, recibe un disparo que lo mata en el acto.

Manuel Benítez, junto con su hermano Reinaldo y Araceli, intentan huir en un coche, pero Antonio y Emilio los acribillan. Manuel se agacha y logra salvar la vida, pero su hermano y Araceli, terminan falleciendo.

Víctimas en la calle Carrera. Ilustración Triun Arts.

Se acabó

En poco más de media hora, habían herido a 14 personas y causado la muerte de siete. De los heridos, fallecerían días después dos más en el Hospital. Por lo que el saldo final fue de nueve muertos y doce heridos.

Una patrulla de la Guardia Civil, que llegaba a Puerto Hurraco, alertada por los vecinos da alcance a la pareja, justo cuando llegaban a la salida del pueblo. Antes de que los agentes lograsen desenfundar sus armas, fueron heridos de gravedad por los hermanos.

Los asesinos, tras poco más de media hora, dan por concluida la primera parte del plan. Ellos piensan que han matado por lo menos a veinte personas. Sin prisa, pero sin pausa, salen de Puerto Hurraco y emprenden una huida al monte, donde pretenden esconderse durante unos días.

Primer capítulo de la docuserie sobre Puerto Hurraco de Triun Arts.

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