Puerto Hurraco. Cómo podríamos si quiera imaginar la escena, al llegar las autoridades, una atmosfera cargada, espesa, que casi puede cortarse con un cuchillo. Olor a pólvora, una neblina creada por el propio humo de las escopetas y silencio. Un silencio que, por extraño que parezca, lo envuelve todo, roto solo en algunas ocasiones, por el quejido de algún herido.
Tendemos a imaginar este tipo de catástrofes como algo ruidoso, de gritos espantosos por el terror, el dolor y el pánico, pero la realidad es bien distinta. El estado de shock en el que las personas nos sumimos, ante algo que escapa a nuestro raciocinio, provoca el efecto contrario. Silencio, desconcierto y una sensación fría que te recorre el cuerpo. No sientes nada, no tienes pena, no tienes llanto, no tienes nada, solo vacío. A unos les dura más, a otros menos, pero poco a poco, vas volviendo a la realidad y es en ese momento, cuando ves el horror que te hizo caer en ese estado, cuando descubres realmente lo que ha sucedido.
La búsqueda
El operativo de búsqueda se montó pronto. Mas de doscientos agentes comenzaron batidas, buscando a los hermanos que, no podemos olvidar, iban armados hasta los dientes. En la búsqueda se jugaban su propia vida.
No se demoró mucho el encontrarlos. Al amanecer, la Guardia Civil los vio, a ambos, adormilados bajo un chopo. No opusieron resistencia ante el encañonamiento de los agentes, es más, diría que casi les pilló por sorpresa, aunque pueda parecer mentira, estaban durmiendo.
Recreación de la detención. Ilustración de Triun Arts.
Ante la captura, Emilio dijo: «si no llegáis a capturarnos, habríamos bajado a Puerto Hurraco durante los entierros y hubiésemos continuado con la matanza«.
Los hermanos estaban felices, según sus propias ideas, habían vengado a su madre y su hermano.
Las hermanas
Pronto se fue en busca de las hermanas, pero estas habían huido de su casucha, temiendo represalias. Fueron encontradas en un tren, camino a Madrid. Cuando los periodistas dieron con ellas, les preguntaron que donde iban, estas contestaron que a la capital, a intentar entrevistarse con el presidente del gobierno, para hacerle ver que sus hermanos no habían hecho nada malo, que la intención de ambos era vengarse, porque todo el pueblo y las autoridades estaban en su contra.
Cuando pasaron a disposición judicial, las calles aledañas estaban copadas por multitud de vecinos pidiendo y clamando justicia. Entre ellos, agazapado, se encontraba Antonio Cabanillas, el cual había recibido las puñaladas de Gerónimo y, además, la noche de autos, perdió a dos de sus tres hijas por los disparos de los Izquierdo.
Recreación de Antonio atacando con un cuchillo a los Izquierdo. Ilustración de Triun Arts.
Este, al ver pasar a los asesinos de sus hijas por delante, se lanzó contra ellos con un cuchillo, pero fue inmediatamente reducido por los agentes, que velaban por la seguridad de los reos. Esto lo hizo ser detenido, pero fue puesto en libertad a los pocos días.
Antonio y Emilio pasaron a prisión preventiva pero, al no poder demostrarse que Ángela y Luciana tuviesen un papel activo en la matanza, ambas fueron recluidas en un psiquiátrico.
Más historias
El Desgarrador Caso de la Familia Kowalski
Oxford, Michigan: Tragedia, Responsabilidad y la Lucha por la Seguridad de las Armas de Fuego
Análisis psicoproyectivo del caso «Daniel Sancho»