Cruzados, sitio de Jerusalén, 1187. (El Reino de los Cielos, Ridley Scott)

¿Qué fueron las cruzadas? Las primeras incursiones de Europa

Cuando se piensa en la Edad Media, la mayoría tiende a imaginar un periodo de oscuridad total, pobreza y atraso cultural, sin embargo, este periodo tuvo sus luces y sombras y, aunque las cruzadas pueden ser consideradas como una mancha negra en el pasado de occidente, su origen se remonta a una Europa que estaba empezando a iluminarse, que estaba por emprender el camino que le haría dominar el globo durante la Edad Moderna.

El resurgimiento de occidente

Tras la caída del Imperio Romano de Occidente, este territorio se dividió en múltiples reinos, los cuales tardaron varios siglos en volver a rozar la eficiencia del antiguo estado romano.

Sin embargo, no hay mal que dure por siempre, y estos reinos, tras sufrir diversas modificaciones, traiciones y guerras, llegaron a forjar una identidad propia en torno a la defensa de la cristiandad. Para el siglo XI, la iglesia también sufrió diversos cambios que la hicieron un órgano mucho más activo en la sociedad y en lo militar, con papas como Gregorio VII que, junto con otros papas reformadores, consiguieron idependizarse de los poderes laicos (reyes y emperadores externos a la iglesia).

También el final de las segundas invasiones, donde destacaron los normandos (vikingos), la conversión al cristianismo de estos, la desaparición de ideas mileniaristas y la creación del Sacro Imperio Romano Germánico, hizo que Europa comenzase a verse con capacidad de hacerse notar sobre el, hasta entonces, dorado periodo que vivió el oriente cristiano bizantino.

Flota de navíos drakars vikingos llegando a las costas de Normandía.
(Poul S. Christiansen)

La llamada de auxilio del oriente bizantino

Tras la caída de Roma en 476, el territorio oriental del imperio permaneció intacto, es más, consiguió convertirse en el estado más rico y poderoso durante la Alta Edad Media. Sin embargo, el imperio se iría debilitando poco a poco, las sucesivas disputas políticas y religiosas, sumadas a la aparición de nuevos enemigos acabarían reduciendo a polvo lo que quedaba de la Roma Imperial en oriente.

Un nuevo enemigo proveniente de las estepas de Asia, los Turcos Selyúcidas, los cuales acababan de convertirse al islám, comenzaron a ganar influencia y poder en el este, arrasando las fronteras del imperio y conquistando ciudades de la importancia de Antioquía y, por supuesto, Jerusalén, donde realizaron una matanza de cristianos que hizo enrojecer aún más las alarmas.

La situación se volvería incontrolable para los bizantinos y el emperador, Alejo I Conmeno, no tuvo de otra que pedir auxilio a la iglesia de Roma, la cual aceptó gustosamente emprender una expedición armada hacia el mediterráneo oriental.

Alejo I Conmeno recibiendo a Godofredo de Bouillón
(Autor Alexander Hesse)

El fanatismo del ejército cruzado

El papa, Urbano II, realizó un llamado a la comunidad cristiana occidental, en el Concilio de Clermont de 1095 proclamó la Primera Cruzada, con la idea de formar un ejército unificado para recuperar el territorio arrebatado a la corona bizantina, más especialmente, Jerusalén. Sin embargo, las rivalidades entre los reinos, especialmente francos y germanos, hicieron que este ejército estuviera especialmente desunido.

Concilio de Clermont, 1095
(Biblioteca Nacional Francesa)

Las cruzadas prometían un panorama glorioso para los guerreros. Por un lado, todas sus posesiones quedarían protegidas por la iglesia, es decir, si eras un rey, conde o duque, la propia iglesia estaría protegiendo tu reino, condado o ducado en tu ausencia. También, si morías en las cruzadas, todos tus pecados en vida serían perdonados. Además, las cruzadas abrían la posibilidad a la conquista de nuevas tierras, así pués, los cruzados podrían obtener la riqueza y las tierras que les habían sido negadas en occidente, lo que llevó a muchos hijos y príncipes segundones, que no heredarían la corona y personas de gran pobreza a embarcarse en estas expediciones, en búsqueda de esa gloria que occidente no les ofrecía.

Toma de Jerusalén por los cruzados, 1099
(Autor, Émile Signol)

Las fatales consecuencias de las cruzadas

Las cruzadas fueron un fenómeno, en un principio, exitoso para los cristianos, pues se logró tomar Jerusalén, así como también se establecieron reinos cristianos en oriente.

Pedro el Ermitaño en la Cruzada Popular
(Imagen de Dominio Público)

Evidentemente, la mayoría de promesas se incumplieron, los bizantinos no volvieron a poseer las tierras que, en teoría, los cruzados les iban a recuperar. De hecho, podría decirse que fueron estos los que salieron peor parados de las cruzadas.

En un principio, se dañaron mucho las relaciones de Bizancio con occidente, pues los ejércitos occidentales provocaron múltiples desastres, robos, violaciones y asesinatos contra la propia población bizantina, lo que hizo perder el interes de oriente, no solo en las cruzadas, sino también en aquellos extraños hombres venidos del oeste del mediterráneo, a los cuales no podían considerar menos que bárbaros.

Esta imagen se forjó, sobre todo, durante la cruzada popular, el primer intento de cruzada tras la proclamación por Urbano II, llevada a cabo, principalmente, por personas de bajo estatus social, con un armamento deficiente y una formación militar nula. Esta fue la primera impresión del ejército europeo que tuvieron los bizantinos.

Finalmente, los cruzados acabarían asediando Constantinopla, la capital bizantina, durante la Cuarta Cruzada, derrocando a Alejo IV y saqueando la ciudad de Constantino. Esto acabaría debilitando el Imperio que, tras recomponerse a mediados del siglo XIII, no volvería a levantar cabeza, siendo practicamente reducido a Constantinopla, y cayendo la propia ciudad de forma definitiva en 1453, por mano de los Turcos Otomanos de Mehmed II.

Entrada de los Cruzados en Constantinopla, 1204
(Eugène Delacroix, Museo del Louvre)
Dinero de Bohemundo III de Antioquía, representando un soldado cruzado
(1149-1163)
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Para occidente, estas cruzadas también supusieron un periodo de oscuridad. A partir de la segunda cruzada, el fanatismo por estas fue decayendo, miles de personas murieron en las lejanas tierras de Anatolia, incluyendo príncipes y reyes, tanto árabes como cristianos. Para mediados del siglo XIII, las cruzadas habían perdido completamente su impacto, empezó a ser cosa de una reducida legión de fanáticos, los cuales no alcanzaron jamás el éxito de la Primera Cruzada.

Evidentemente, los reinos cristianos en oriente cayeron como fichas de dominó, y todas las vidas que sesgaron las cruzadas perdieron su propósito, sentido e, incluso, el interés de los propios europeos.

Hacia los estados modernos

Hay que entender cierto cambio en la mentalidad europea medieval, respecto a las cruzadas. Desde el siglo II, en tiempos del emperador Trajano, cuando el Imperio Romano había alcanzado su máxima expansión, Europa no había vuelto a las conquistas sobre territorios externos, es más, desde el siglo III había tenido que resistir la llegada de múltiples pueblos conquistadores, desde los Hunos de Atila, pasando por los Vándalos, Suevos, Ostrogodos, Visigodos, entre otros pueblos en las primeras invasiones, así como los normandos (vikingos) en las segundas invasiones.

Por tanto, estas cruzadas no fueron un simple movimiento religioso, sino una muestra de una Europa que está saliendo de una posición defensiva, un continente que ha progresado y que estaba empezando a despertar. El máximo exponente de esto se verá durante la Edad Moderna, con la conquista de territorios en América, África, Asia y Oceania por parte de potencias europeas, destacando España, Francia e Inglaterra.

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