Relieve en Naqsh-e Rustam, que representa a Sapor I a caballo y a Valeriano arrodillado ante él (Wikipedia, Ginolerhino)

El emperador cautivo

En la antigua Roma, es común hablar de emperadores que llevaron sus excesos al límite, que fueron asesinados por sus tropas o envenenados. Cualquiera de estos finales trágicos hubiera sido, para Valeriano, un alivio. Este pasaría sus últimos días como un emperador cautivo de los persas.

El siglo III es una época de oscuridad para el imperio. Durante los 100 años posteriores a la muerte de Cómodo, el imperio estuvo dirigido por múltiples dinastías las cuales, en su mayoría, no lograban mantenerse ni una década. Los asesinatos, las usurpaciones y la guerra eran el pan de cada día en el imperio.

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La despedida de Roma

En el año 253, Valeriano sería coronado emperador y este, junto con su hijo, Galieno, formaría el gobierno del imperio. Valeriano tomó el timón del imperio en uno de sus peores momentos, casi todos los predecesores que había tenido en las últimas décadas habían sido asesinados por las tropas de sus sucesores. Balbino, Pupieno, Gordiano III, Filipo I, Decio, Treboniano y Emiliano, entre otros anteriores a estos.

Antoniniano de Valeriano
(Tauler y Fau, Subasta 29 Online, lote 717)

Durante esta época, el imperio rival de Roma era la Persia Sasánida que, en aquel momento era gobernada por Sapor I.

Sapor, a pesar de haber firmado una sospechosa paz con Filipo I, decidió aprovechar la inestabilidad de Roma para tomar cuanto territorio pudiese del próximo oriente romano.

Poco después de tomar el poder, Valeriano marcharía de Roma para hacer frente al ejército de Sapor, dejando a Galieno, su hijo, al mando del Imperio, sobre todo de la parte occidental.

Una trágica campaña

La campaña en Anatolia y Próximo Oriente duró 6 largos años en los que tanto Roma como Persia fueron avanzando y retrocediendo por igual.

Dracma de Sapor I (CNG, Triton X, Lote 497)

Esta campaña terminará en el año 260, en la Batalla de Edesa. Más de 40.000 romanos fueron hechos prisioneros tras esta batalla y, entre ellos, el propio emperador.

No puede caber en nuestra mente actual, lo que tuvo que significar este suceso en la sociedad romana. En casi 300 años, ningún emperador había sido capturado vivo por el enemigo. Galieno, su hijo, tuvo que mantenerse en solitaro en el poder y Valeriano nunca volvería a pisar territorio romano.

Realmente muchísimos aliados de los persas escribieron a Sapor, pidiéndole que liberase a Valeriano, pues la represalia de Roma podría ser colosal. Sin embargo, Galieno nunca envió una tropa de rescate para su padre, Valeriano moriría olvidado y cautivo en las tierras persas.

Su corta vida en cautiverio

Sapor I era un rey que tenía altos aires de grandeza. Mandó grabar en múltiples lugares la imagen de Valeriano arrodillado ante él.

Valeriano, por su parte, permaneció prisionero, siendo exhibido por Sapor, como un trofeo de guerra. Múltiples contemporaneos cuentan que Sapor usaba a Valeriano para subirse a su caballo. Sapor hacía inclinarse al romano, apoyaba su pie en su espalda y lo usaba como taburete para subir.

Realmente Valeriano tuvo una vida, presuntamente, de deshonra en el tiempo que permaneció en territorio sasánida.

Relieve en Naqsh-e Rustam, que representa a Sapor I a caballo y a Valeriano arrodillado ante él (Wikipedia, Ginolerhino)

Su muerte es también un misterio. Hay cronistas que situan su muerte en la misma batalla de Edesa, sin embargo, gracias a los grabados de Sapor, y las múltiples cartas que situan a Valeriano cautivo, podemos saber que este, en efecto, vivió preso.

Valeriano era una persona anciana, contaba con alrededor de 60 años en el momento de su captura. Cuentan varios contemporaneos que Sapor hizo beber a Valeriano oro fundido y que, posteriormente, sería desollado, con el fin de exponer su piel como trofeo de guerra y tributo divino en un templo persa. Sin embargo, desconocemos del todo si esto fue, verdaderamente, lo que ocurrió con Valeriano.

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